Las principales agencias espaciales del mundo y organismos especializados de Naciones Unidas están siguiendo de cerca al asteroide 2024 YR4, un cuerpo celeste que, según los cálculos más recientes, tiene una probabilidad del 1,2% de impactar la Tierra el 22 de diciembre de 2032. Descubierto en diciembre de 2024 desde el observatorio ATLAS en Chile, el objeto tiene un diámetro estimado de entre 40 y 100 metros, lo que lo hace lo suficientemente grande como para destruir una ciudad en caso de impacto, aunque sin representar una amenaza global.
Ante esta posibilidad, la Red Internacional de Alerta de Asteroides y el Grupo Asesor de Misiones Espaciales (SMPAG) están analizando la trayectoria del cuerpo y su evolución. Estos organismos fueron creados para coordinar respuestas internacionales ante amenazas espaciales y cuentan con el respaldo de agencias como la NASA y la Agencia Espacial Europea (ESA). En su última reunión, realizada el 31 de enero, el SMPAG determinó que, por el momento, no es necesario tomar medidas, aunque continuará vigilando el asteroide y recopilando más datos sobre su tamaño y trayectoria.
El asteroide ha sido catalogado en el nivel tres de la escala de Turín, lo que significa que merece atención tanto de la comunidad astronómica como del público general. La ESA y la NASA han estado monitoreando su evolución, logrando ajustar la probabilidad de impacto de un 1,3% a un 1,2% tras nuevas mediciones realizadas con telescopios terrestres. Este seguimiento es clave para actualizar las previsiones y determinar si en el futuro será necesario planear alguna estrategia de mitigación.
En caso de que el asteroide siguiera una trayectoria de impacto, las proyecciones del Centro para el Estudio de Objetos Cercanos a la Tierra de la NASA indican que la zona de posible colisión se extiende desde el océano Pacífico oriental hasta el sur de Asia, atravesando el norte de Sudamérica, el Atlántico, África y el mar Arábigo. Sin embargo, solo el 1,6% de la región de incertidumbre en la trayectoria del asteroide corresponde a un impacto con la Tierra, lo que refuerza la baja probabilidad de este escenario.
Casos previos han demostrado que la incertidumbre inicial en la trayectoria de un asteroide tiende a disminuir con el tiempo a medida que se recopilan más datos. Un ejemplo de esto es el asteroide Apofis, que en 2004 fue clasificado con una probabilidad de impacto del 2,7% para 2029. Sin embargo, análisis posteriores descartaron la posibilidad de colisión en los próximos 100 años. Este tipo de eventos subraya la importancia de la observación continua y del desarrollo de estrategias para desviar posibles amenazas espaciales en el futuro.