En la reciente conversación telefónica entre el presidente ruso Vladimir Putin y el expresidente estadounidense Donald Trump se dejó entrever que, a pesar de presentar ciertos puntos como concesiones, en realidad Putin ha cedido muy poco respecto a los asuntos en Ucrania. El Kremlin resumió la llamada destacando propuestas como la interrupción de los ataques a infraestructuras energéticas durante 30 días, el intercambio de prisioneros y el establecimiento de diálogos sobre seguridad en el Mar Negro. Sin embargo, estos objetivos han sido tradicionalmente ventajosos para Rusia, evidenciando que la postura de Moscú permanece firme en temas estratégicos.
Entre los temas abordados, uno de los puntos clave fue la exigencia del Kremlin para poner fin al apoyo militar y de inteligencia externa a Ucrania. Putin estableció este requisito como la “condición clave” para resolver de forma más amplia el conflicto, lo que implica una transformación en el equilibrio de poder, dejando a Ucrania a merced de la superioridad militar rusa. Esta demanda, que algunos analistas consideran una táctica para prolongar las negociaciones, refuerza la imagen de un Kremlin que utiliza la diplomacia como herramienta para ganar tiempo y debilitar la posición de Kiev.
Durante la llamada se presentaron otras propuestas, como la pausa temporal en los ataques a las infraestructuras energéticas, medida que ya formaba parte de un acuerdo tácito entre Rusia y Ucrania en el pasado. Del mismo modo, los intercambios de prisioneros, otra práctica recurrente, se pusieron sobre la mesa, lo que refuerza la teoría de que Moscú no está realizando concesiones significativas, sino más bien reafirmando sus intereses estratégicos.
Las reacciones a la conversación no se hicieron esperar. Mientras algunos observadores ven en este diálogo un intento de avanzar en una solución negociada, otros advierten que Putin podría estar simplemente esperando el momento adecuado para consolidar su control sobre Ucrania, aprovechando las tensiones entre Washington y Kiev. La incertidumbre sobre el futuro de la relación entre estos actores clave deja abierta la posibilidad de que Rusia mantenga su ofensiva mientras busca mejorar sus relaciones con Estados Unidos en otros frentes.
En este contexto, la presión sobre Ucrania sigue en aumento, con sus fuerzas enfrentando dificultades en el campo de batalla y con un respaldo internacional que podría debilitarse si la situación política en Washington se inclina hacia una postura más distante. La estrategia de Putin parece estar enfocada en desgastar a Ucrania y esperar a que el contexto internacional le ofrezca una oportunidad para consolidar su control sin necesidad de hacer grandes concesiones.