Después de casi dos semanas de ataques aéreos por parte de Israel, cientos de muertes y miles de desplazados, la población iraní recibió con alivio el anuncio del alto el fuego. En Teherán y otras ciudades, la noticia fue vista como una oportunidad para recuperar la normalidad, aunque el miedo a una nueva escalada persiste entre los ciudadanos, que han vivido con ansiedad la posibilidad de una guerra prolongada.
A pesar de los bombardeos, muchos iraníes regresaron a sus hogares incluso antes del anuncio formal del cese al fuego, debido a la imposibilidad de seguir pagando estancias en otras ciudades o casas de familiares. Algunos como Arash, empleado público, relataron que los costos de huir del conflicto eran insostenibles. Otros, como Noushin, confesaron preferir permanecer en sus casas pese al peligro, ante la incomodidad de vivir hacinados o lejos de su entorno cotidiano.
Aunque el conflicto trajo consigo una inusual unidad en la población frente a lo que se percibe como una agresión extranjera, también ha reavivado la molestia hacia la cúpula política del país. Muchos ciudadanos entrevistados expresaron enojo hacia el gobierno, al que culpan por las políticas que desencadenaron la guerra. Señalan que mientras ellos sufren los bombardeos, los líderes permanecen protegidos y alejados del sufrimiento de la población común.
Pese a la tregua, la tensión continúa en el ambiente. Las fuerzas de seguridad patrullan las calles de la capital y hay temor entre disidentes por una posible ola de represión. Las denuncias sobre nuevas violaciones del cese al fuego avivan el temor de que el conflicto se reanude en cualquier momento. Para muchos, la paz es un respiro, pero uno que podría resultar efímero si no hay un compromiso firme de las partes involucradas.
