Durante la reciente cumbre de la OTAN celebrada en La Haya, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, celebró con entusiasmo un acuerdo que representa un punto de inflexión en la política de defensa de la alianza: los países miembros elevarán su gasto en defensa hasta el 5% de su Producto Interno Bruto (PIB). Este incremento, que duplica el compromiso previo del 2% establecido en 2014, fue calificado por Trump como un triunfo personal y una reivindicación de sus persistentes exigencias a los aliados europeos para asumir una mayor carga financiera en materia de seguridad.
Desde su llegada al poder, Trump ha insistido en que Estados Unidos sostiene de forma desproporcionada los costos de la OTAN. En su intervención, el mandatario no dejó pasar la oportunidad de atribuirse la autoría del avance, afirmando que llevaba años pidiendo el aumento al 5% y criticando la falta de resultados durante la administración de Joe Biden. “Cuando Biden estuvo aquí, simplemente murió, como todo lo demás. Y ahora va a aprobarse, supongo”, declaró Trump, subrayando el contraste entre ambas gestiones.
El secretario general de la OTAN, Mark Rutte, respaldó el acuerdo, asegurando que su expectativa es que los 32 miembros ratifiquen este nuevo nivel de gasto. La propuesta contempla una división del 5%: un 3,5% destinado exclusivamente a defensa y el 1,5% restante a iniciativas relacionadas con la seguridad. Este enfoque busca equilibrar el aumento del gasto con inversiones estratégicas en tecnología, infraestructura y operaciones conjuntas, fortaleciendo la cohesión y la preparación del bloque militar en un contexto geopolítico cada vez más desafiante.
Sin embargo, el aumento ha generado reacciones mixtas. Mientras países como Alemania y Francia parecen alinearse con el compromiso, otros como España han adoptado una postura ambigua. El gobierno español manifestó que cumplirá con los requerimientos militares de la Alianza, pero sin comprometerse a una cifra exacta de gasto, dejando en evidencia las tensiones internas que pueden surgir ante objetivos tan ambiciosos. El nuevo umbral del 5% representa no solo un desafío presupuestario para varias economías, sino también una prueba de unidad en una OTAN que busca proyectar fuerza y cohesión en medio de crecientes amenazas globales.